Ayer, día 1 de diciembre, conmemoramos el 15º aniversario del Tratado de Lisboa , en el que reflexionamos sobre su impacto transformador en la gobernanza y la estructura de la Unión Europea. Firmado el 13 de diciembre de 2007 y en vigor desde el 1 de diciembre de 2009, el Tratado de Lisboa tenía por objeto mejorar la eficiencia y la legitimidad democrática de la UE. Entre los cambios clave figuraba la designación de un Presidente del Consejo Europeo y de un Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de largo plazo, lo que reforzaba la representación exterior de la UE .
Un logro notable del tratado fue la ampliación del procedimiento de codecisión, conocido actualmente como procedimiento legislativo ordinario, que modificó los poderes legislativos del Parlamento Europeo. Esto garantizó que el Parlamento y el Consejo de la Unión Europea compartieran la misma responsabilidad a la hora de aprobar la legislación, mejorando así la rendición de cuentas democrática. Además, el tratado otorgó a los parlamentos nacionales un papel más importante en el proceso legislativo de la UE, garantizando así la adhesión al principio de subsidiariedad.
El Tratado de Lisboa también ha contribuido decisivamente a la promoción de los datos abiertos en los últimos 15 años. El artículo 15 del Tratado, que se centra en la transparencia en el trabajo y en el acceso de los ciudadanos a los documentos de la Unión, fomenta la puesta a disposición de datos abiertos, a lo que contribuye, por ejemplo, organismos y entes europeos como data.europa.eu , portal que ofrece una gama de casi 20.000 conjuntos de datos de las instituciones de la UE, a los que pueden acceder todos los ciudadanos. El Tratado de Lisboa proporciona el marco jurídico y filosófico para las iniciativas de datos abiertos, como nuestra plataforma.
De cara al futuro, el Tratado de Lisboa seguirá funcionando como marco rector de la UE, apoyando el uso y la puesta a disposición de datos abiertos. El Tratado solo se adaptará al mundo cambiante y a los desafíos del siglo XXI si es necesario, pero para ello será necesario alinearlo con las expectativas de los Estados miembros y los ciudadanos europeos.